Es habitual en la profesión de la enseñanza, cambiar de centro. Algunas personas miran hacia atrás y ven como sus huellas están borradas, en cambio otras, cuando miran, observan como sus pisadas siguen marcadas y cada vez más profundas.
De estas últimas personas es Ricardo Fuertes, una persona que en tan solo un año se ha ganado todo mi respeto y admiración. Todavía recuerdo ese humor tan malo del que hacía constancia, pero que a su vez me hacía sonreír durante horas, también esos largos trabajos, esas charlas interminables en las que siempre aprendía algo y lo mejor de todo, ese don que tenía para hacer sentir en tu propia piel la cultura y que tiene su mérito, porque hasta de lo más simple nos hacías gozar.
Ahí quedan tus “Luisito tal, Luisito tal…” Pero no solo queda eso, quedan muchísimas personas que en el día a día te recuerdan, recuerdan tu gran labor y esa gran y humilde persona que nos has demostrado que eres.
Vuelvo al principio, las personas se van en este difícil mundo de la enseñanza y desaparecen del recuerdo, yo en cambio, me muero de ganas de darte un abrazo, de saber si todo te va tan bien como aquí te iba y de mantener cualquier charla o debate contigo, porque eres de esas personas con las que te gusta estar y… con esto me despido.
Mi más sincera enhorabuena, tanto por lo que has conseguido (enseñarnos) como por el merecido cariño que te has ganado.
Un fuerte abrazo de tu amigo y aprendiz,
Luis Mira
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